jueves, 26 de julio de 2007

Thoré-Bürger: el hombre que inventó a Vermeer, 3



El reencuentro con la Esfinge

“En el museo de La Haya, un paisaje soberbio y muy singular cautiva a todos los visitantes e impresiona vivamente a los artistas y entendidos en pintura. Es la vista de una ciudad, con un muelle, una antigua puerta en arcada, edificios de muy variada arquitectura, muros de jardines, árboles..., delante, un canal, una lengua de tierra y algunas figuras humanas. El cielo gris plateado y el tono del agua nos remiten en cierta medida a Philip Koninck. El brillo de la luz, la intensidad del color, la solidez de los empastes en ciertas partes, la sensación de un realismo muy original, también tienen algo de Rembrandt.” Este es el muy citado principio del primer artículo de Thoré-Bürger acerca de Vermeer de Delft.[7] Corría el año 1842 cuando nuestro crítico y aventurero se encuentra por primera vez frente a frente con La vista de Delft. Se trata de unos de los pocos cuadros del maestro cuya atribución y autoría se halla documentalmente atestiguada desde su muerte; aun así, es un total desconocido para Bürger en esos momentos, de manera que, tras consultar en el Catálogo de la Galería Real de La Haya el nombre del autor de la que considera una auténtica obra maestra, no puede sino preguntarse cómo es posible que un autor cuyo genio es comparable al del propio Rembrandt, sea un perfecto desconocido. De esta forma, lo que empieza siendo una cuestión personal y pasional de un singular amante de la pintura holandesa, llegará a transformarse es uno de los problemas fundamentales de la historia del arte europeo moderno, aun hoy, según mi opinión, lejos de su solución.

En los años siguientes, entre 1842 y 1848, Thoré, aun no ha cambiado su nombre, de regreso en Holanda, visita la galería privada del señor Six van Hillegom, que expone, entre otras joyas, el retrato de su bisabuelo Jan Six, pintado por Rembrandt en 1654. Allí tiene ocasión de contemplar por vez primera otras dos chef d’ouvre del misterioso pintor (son palabras suyas), La callejuela y La Lechera; allí se pregunta una vez más cómo es posible que no se sepa nada de uno de los primeros maestros de la Escuela Holandesa, un artista que iguala, si no supera, a De Hooch o Metsu.

Finalmente, en 1848 la revolución ha fracasado, a Thoré le esperan la condena y la persecución como protagonista del levantamiento insurgente; el golpe de estado de Luis Bonaparte y la proclamación del Segundo Imperio los ve desde el exilio en Bruselas, que será su centro de operaciones durante los próximos diez años: «Poco después, habiéndome convertido por la fuerza en un extranjero y en cosmopolita por instinto y viviendo alternativamente en Inglaterra, Alemania, Bélgica, Holanda... pude estudiar los museos de Europa, recoger testimonios, leer libros sobre arte en todas las lenguas, así como investigar y desvelar un tanto la historia todavía confusa de las escuelas del Norte, sobre todo de la Escuela holandesa, de Rembrandt y de su entorno, y de mi “esfinge” van der Meer.» Identificado con el híbrido de la mitología no sólo por constituir un enigma en sí mismo, sino también por tratarse de un “pintor terrible”[8]. La etimología de esfinge, es “estrangulador”, una criatura mezcla de león y mujer que vigila y guarda un espacio, un secreto. En la tragedia de Sófocles, Edipo se salva de ser estrangulado por la esfinge gracias a que acierta a responder al enigma propuesto por ésta; simbólicamente, es a partir de ese momento que Edipo comienza a acercase a su propia y terrible verdad. Asumiendo a Vermeer como “su” esfinge, Thoré parece identificarse con el personaje de Edipo. Desvelar su misterio o ser arrastrado por su fuerza, ganar su propia verdad, aquí el crítico parece recoger el testigo del revolucionario que nunca ha dejado de ser, la búsqueda de Thoré se convierte en una pasión vital[9].



[7] La traducción es mía. También todas las citas que siguen de los artículos de la Gazette.

[8] «-- voilà que je retrouvai encore deux peintures extraordinaires. une Servante qui verse du lait et la Façade de une maison hollandaise, -- par Jan van der Meer de Delft! Le terrible peintre!»

[9] La escena de Edipo frente a la esfinge es un motivo recurrente en la pintura francesa decimonónica, los dos cuadros más celebrados son, por un lado, el que pintó Ingress en 1808 y, por otro, la tela de Moreau, que fue expuesta en el Salón de 1864 y fue todo un éxito, ganando una de las medallas. Esto ocurre exactamente dos años antes de que Thoré-Bürger publique su estudio sobre Vermeer; lo más probable es que Thoré-Bürger visitara el Salón, aunque no he encontrado referencias de reseñas o críticas en prensa; también es posible que Moreau no le interesara demasiado. Según la ficha del Metropolitan Museum of Art donde se exhibe en la actualidad, el cuadro fue comprado por el Emperador.

2 comentarios:

anilibis dijo...

Mariano, que te pierdes. Estás en un plano superior. Besos.

Mariano Cruz dijo...

Alicia!!! Tú siempre la primera!!! Ahora la primera que comenta esta serie. Y siempre tan encantadora. Besos