martes, 30 de octubre de 2012

Guerra Civil y objetividad histórica


El hecho histórico del enfrentamiento

«Consideré que no debía escribir los hechos sucedidos en la guerra tomando la información de cualquiera, ni tampoco según me parecía a mí, sino que he relatado los hechos en los que estuve presente y aquellos otros cuya información recibí de otras personas con la mayor exactitud posible en cada caso. Fue laboriosa la investigación porque los que habían estado presentes en cada una de las ocasiones no decían lo mismo acerca de los mismos hechos, sino según su simpatía por unos o por otros, o según su memoria.»

Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, Madrid, Gredos, 1990, I, 22, 2-3


«A diferencia de lo que ocurre con Heródoto no encontramos en Tucídides dos informaciones diferentes como fuentes para determinar la veracidad de un hecho. No nos ofrece la dificultad real en la elección entre dos datos diversos. Él ha hecho ya la elección. Cuando nos dice "... los tebanos afirman eso y dicen que ellos [los plateos] lo juraron, pero los plateos ... niegan haber jurado", no se trata de dos opiniones entre las que el historiador pueda seleccionar la verdadera. El hecho histórico como tal es precisamente la existencia de esas dos opiniones.»

Julio Calonge Ruíz, Introducción al anterior

viernes, 19 de octubre de 2012

La revolución no será subvencionada


Un artista político. Hace dos años un artista español rechazó el premio nacional de artes plásticas y lo hizo dedicando muy duras palabras al ministro que se lo había concedido. En esas palabras, Santiago Sierra, el premiado, supo distinguir perfectamente entre la libertad, lo público y el Estado: "Es mi deseo manifestar en este momento que el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar. Consecuentemente, mi sentido común me obliga a rechazar este premio. Este premio instrumentaliza en beneficio del estado el prestigio del premiado. Un estado que pide a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto. Un estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminalUn estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local. El estado no somos todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio”. Se supone que un artista, un escritor o un pensador no debe esperar nada del Estado. Se supone que estas figuras son enemigos del Estado. Que su labor consiste no sólo en la crítica de cualquier gobierno que en ese momento se encuentre al timón de la nave del  estado, sino en la firme determinación de no contraer compromiso alguno con la clase política. Hoy día parece muy claro, pero cuando no lo parecía tanto era tan verdad como ahora. Las clase política y los representantes del estado ocupan una posición de privilegio que por definición está en confrontación con el común. Nietzsche y Dostoievski escribieron páginas casi definitivas sobre esta cuestión desde el punto de vista del escritor y el pensador. Deleuze creo los conceptos que iluminan desde la sensibilidad contemporánea esta relación: pensar=crear=resistir. No contraer compromisos vergonzosos. Pero resulta que esto es quizá demasiado imaginar. Un artista político. Un performer. Vive probablemente de intervenciones en museos y centros de arte que seguramente se financian con fondos estatales al noventa por ciento. Esto es algo comprensible, de algo tienen que vivir los artistas que no tienen nada que vender porque toda su creación es "conceptual". Pero luego uno se encuentra con el performer político que pide una subvención al Ministerio de Cultura para terminar su filme biopolítico y revolucionario. Ves en esto una posible contradicción y el artista te contesta y se justifica. Y notas que en esa respuesta yace la desgraciada contradicción que convierte en retórica vacía, en mero revival político-estético de posturas ya vistas hasta la saciedad, tanto el discurso de la izquierda contemporánea como su arte. La confusión nefasta entre lo público y lo estatal en la que Santiago Sierra ha sabido no caer. La defensa de lo público siempre tiene que ir, si no se quiere caer en ese compromiso vergonzoso del que acabamos de hablar, con el ataque al Estado. Pero para ello primero hay que ser lo suficientemente sutil para saber diferenciarlos. O nos veremos ante la paradoja de que los que se encuentran dentro del parlamento y los que lo rodean estén en el fondo del mismo lado. 

domingo, 7 de octubre de 2012

Politizar el pasado. De Heródoto a Andrés Trapiello


Si hay un debate eterno en las ciencias humanas, se trata de aquel sobre los usos políticos de la historia. De la politización de la historia habla Andrés Trapiello en una entrevista en Babelia este fin de semana. Los pueblos que han experimentado una guerra civil saben que la historia es la manera de continuar la guerra por otros medios. Pasa en Corea, curiosamente con matices muy parecidos a los españoles: matanzas indiscriminadas, fosas, desaparecidos, golpes de Estado (me refiero sólo al sur). La Guerra Civil es algo así como un contínuo en la historia de España y la historiografía siempre ha cumplido su papel en este modelo. Hasta que llegan los austrias y mandan a callar, la historia de Castilla es poco más que la de la guerras civiles entre el Rey y sus nobles pares. Modelos historiográficos enfrentados acompañan a la contienda bélica: la historiografía alfonsí intenta fundar la legitimidad del Estado monárquico, los historiadores nobles hacer valer derechos ancestrales usurpados por el Rey (Canciller Ayala). Es una lucha historiográfica que se libra también en el terreno del derecho y los códigos legales, cada uno de los bandos blandiendo el suyo propio sin que falten las falsificaciones históricas. Porque, como afirma Foucault en su curso del College de France de 1976, Hay que defender la sociedad, la función de estas historiografías enfrentadas es establecer los derechos de cada bando a dominar sobre el otro. Rescatar los derechos ancestrales enterrados que conservan su supremacía sobre los más modernos.

En el periodo contemporáneo, ilustrados, liberales y regeneracionistas continuaron la justa histórica contra las fuerzas de la reacción. Hasta que llegó la última Guerra Civil, que lejos de cerrar la brecha histórica la convirtió en un abismo insondable. En la España post-franquista la pelea histórica se ha convertido en uno de los mayores negocios editoriales. Existe la historiografía de izquierdas, la de derechas, la de centro, la ultramontana, etc. Posiciones como la de Trapiello, que procuran ser ecuánimes y recoger toda la complejidad de una imposible division entre buenos y malos, nos parecen sinceras, aunque poco eficaces cuando tratan de reivindicar una historia sin sectarismos que reconozca unos mínimos, una especie de axiomas aceptados por todos que establecerían la verdad más alla de toda pelea de intereses. La necesidad de la historia no tiene que ver con la verdad, sino con la lucha. Existe historia por que existe oposición, enfrentamiento, desacuerdo. No por una apetencia de verdad. Esta es la conclusión básica del trabajo de Foucault que acabamos de citar. Dentro de veinte años se escribirá la historia de estos días, del enfrentamiento entre la clase política y el pueblo y se hará como en el pasado, para continuar la lucha, para intentar vencer sobre el otro, esta vez en el terreno de las letras. Se hará por bandos.

Esa frase de Trapiello: "no hay que politizar el pasado", no puede dejar de parecernos ingenua. Ya que la historia consiste precisamente en la politización del pasado. Tal vez sea esa la aspiración de Trapiello, la conquista de una noción del pasado libre de tribulación, proyecto seguramente interesante, pero dudamos mucho que él o cualquier otro lo hayan conseguido. Acabemos con un recuerdo de Heródoto, el "primer historiador."

Heródoto es conocido como el padre de la historia. Sin embargo, a este mérito ha de añadírsele otro más. Sus nueve libros de historia incorporan, además del episodio que le acarreó el mérito de ser considerado como fundador de la disciplina (la historia de las Guerras Médicas), una serie de fragmentos o historias bastante heterogéneas con respecto a lo anterior y que, a diferencia del relato de la lucha contra los persas, gozaban ya antes de Heródoto de una larga tradición: historias de viajes, historias del conocimiento de nuevas tierras, animales, pueblos, climas ... geografía. Los nueve libros de historia son pues un híbrido de historia y geografía, ¿por qué? Tal vez por que nacen de un mismo impulso: glorificar a la gran Atenas y a su hazaña inconcebible de derrotar a los persas ... y de paso justificar sus colonias. Lo primero se hace mediante la historia, lo segundo mediante la geografía.

Heródoto era un colono de Jonia. Los colonos eran exploradores orgullosos, hombres hechos a sí mismos que, enfrentados a lo desconocido, obtenían como resultado prosperidad, riqueza, nuevos saberes y conocimientos. La labor colonizadora quedaba incompleta sin el relato de las hazañas que la hacían posible y sin la relación de esos nuevos descubrimientos. Por eso el proyecto colonizador de los griegos (y los jonios eran los campeones en este sentido) va acompañado del sugimiento de un género literario, un género menor dentro de la literatura griega, pero uno de los más exitosos que ha conocido el mundo: la literatura de viajes, la descripcieon de tierras lejanas donde nadie ha puesto un pie todavía, la geografía, que en su nacimiento y definición primera no es sino geografía de lo desconocido. Las nuevas polis se dan así valor a sí mismas. Pero el fundamento sagrado y primario de  las nuevas polis es la gran metrópoli con su gloria, en el caso de Atenas, su heroica victoria frente al imperio persa en defensa de sus libertades y de la propia razón de ser de la polis. Sin esta victoria y sin la propia Atenas son inconcebibles las colonias de Jonia. La obra de Herótodo tiene en este sentido, en su doble vertiente geográfico-histórica una clara función e intencionalidad políticas. La historia justifica a la metrópoli, la geografía a sus colonias que, por definición, son demasiado jóvenes para tener un pasado y mucho menos glorioso.

Esta división entre historia y geografía es obviamente nuestra y no estaba en la mente de Heródoto. Se trata tan sólo de apuntar cómo es el mismo impulso el que lo empuja a escribir crónicas o relaciones sobre temas aparentemente desconectados. El título original de la obra, Historias, que podría traducirse como Testimonios, pretende reflejar esta heterogeneidad en el asunto.

sábado, 6 de octubre de 2012

Los misterios del Instituto Warburg






Sobre el frontispicio de la puerta de la sede del Instituto Warburg en Londres está representado un emblema.




El emblema, que aparece sobre la puerta del Instituto e impreso en todas sus publicaciones, está tomado de una xilografía de la edición de De natura rerum de Isidoro de Sevilla (560-636) impresa en Augsburgo en 1472. En esa obra acompaña a una cita del Hexameron de San Ambrosio (III, iv, 18) que describe la interrelación de los cuatro elementos de los que el mundo está compuesto, con sus dos pares de cualidades opuestas: caliente y frío, húmedo y seco. La tierra está ligada al agua por cualidad común de lo frío, el agua al aire por la cualidad de lo húmedo, el aire al fuego por el calor, el fuego a la tierra por lo seco. Siguiendo una doctrina que se remonta a la fisiología hipocrática, el tetragrama añade las cuatro estaciones del año y los cuatro humores del hombre hasta completar la imagen de la armonía cósmica que inspiró tanto como retrasó la búsqueda posterior de las leyes naturales.

http://warburg.sas.ac.uk/home/aboutthewarburginstitute/emblem/

El último párrafo de la traducción anterior es un claro ejemplo del prejuicio progresista de la ciencia que tan habitual es en el mundo académico anglosajón. El desarrollo de la ciencia moderna sólo tuvo un camino posible que zigzaguea entre elementos impulsores y retardantes.


lunes, 1 de octubre de 2012

Revista Periplo

Está bien que yo lo diga, porque es verdad: Periplo es una revista magníficamente bien editada e ilustrada. Y yo estoy muy contento de haber podido colaborar con ellos en su último número "Bestiario", que contiene un excelente puñado de artículos, relatos, imágenes y poemas. Pero además, mi contengo se hincha gracias al trabajo de Cristina Forts, que ha ilustrado nuestro artículo con una acuarela bellísima y porque mi amigo y compañero de fatigas Alvaro Plaza ha publicado en el mismo número un relato arrebatador. Podeis encontrarnos a todos en el índice.