viernes, 19 de octubre de 2012

La revolución no será subvencionada


Un artista político. Hace dos años un artista español rechazó el premio nacional de artes plásticas y lo hizo dedicando muy duras palabras al ministro que se lo había concedido. En esas palabras, Santiago Sierra, el premiado, supo distinguir perfectamente entre la libertad, lo público y el Estado: "Es mi deseo manifestar en este momento que el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar. Consecuentemente, mi sentido común me obliga a rechazar este premio. Este premio instrumentaliza en beneficio del estado el prestigio del premiado. Un estado que pide a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto. Un estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminalUn estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local. El estado no somos todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio”. Se supone que un artista, un escritor o un pensador no debe esperar nada del Estado. Se supone que estas figuras son enemigos del Estado. Que su labor consiste no sólo en la crítica de cualquier gobierno que en ese momento se encuentre al timón de la nave del  estado, sino en la firme determinación de no contraer compromiso alguno con la clase política. Hoy día parece muy claro, pero cuando no lo parecía tanto era tan verdad como ahora. Las clase política y los representantes del estado ocupan una posición de privilegio que por definición está en confrontación con el común. Nietzsche y Dostoievski escribieron páginas casi definitivas sobre esta cuestión desde el punto de vista del escritor y el pensador. Deleuze creo los conceptos que iluminan desde la sensibilidad contemporánea esta relación: pensar=crear=resistir. No contraer compromisos vergonzosos. Pero resulta que esto es quizá demasiado imaginar. Un artista político. Un performer. Vive probablemente de intervenciones en museos y centros de arte que seguramente se financian con fondos estatales al noventa por ciento. Esto es algo comprensible, de algo tienen que vivir los artistas que no tienen nada que vender porque toda su creación es "conceptual". Pero luego uno se encuentra con el performer político que pide una subvención al Ministerio de Cultura para terminar su filme biopolítico y revolucionario. Ves en esto una posible contradicción y el artista te contesta y se justifica. Y notas que en esa respuesta yace la desgraciada contradicción que convierte en retórica vacía, en mero revival político-estético de posturas ya vistas hasta la saciedad, tanto el discurso de la izquierda contemporánea como su arte. La confusión nefasta entre lo público y lo estatal en la que Santiago Sierra ha sabido no caer. La defensa de lo público siempre tiene que ir, si no se quiere caer en ese compromiso vergonzoso del que acabamos de hablar, con el ataque al Estado. Pero para ello primero hay que ser lo suficientemente sutil para saber diferenciarlos. O nos veremos ante la paradoja de que los que se encuentran dentro del parlamento y los que lo rodean estén en el fondo del mismo lado. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, aquí qadistu.

Cuando te refieres a atacar al estado, entendería, o supongo que entenderíamos —debido a las alusiones que haces a autores y demás—… entenderíamos quizás:
"atacar" a la forma-pensamiento-estado (pero primero dentro nuestro, en la mente de cada uno… ante todo… pues si no la hemos liado :) ).

Pero los actos "de puertas para fuera" no serían para nada lo esencial…, si lo esencial es esa forma-pensamiento dentro de cada cual.

No sé si poner el acento en los actos de puertas para afuera facilita ver esto.

Si atacas algo en el nivel de los efectos (aunque no sea tu texto exactamente un ejemplo de lo que haces… claro está… no exactamente)… … es decir, si atacamos en lo que hay o no que hacer en cuanto a contratos, etc.…… entonces básicamente, al final, se refuerza el supuesto "enemigo"…, pues se sigue dando vueltas con eso…, con los meros efectos.

Pero todo sale de (la causa está en) creencias, en juicios…, en el pensamiento… y este pensamiento-creencias es algo que, en realidad, no queremos ver… y es algo compartido: la creencia-estado, que descansa en realidad en nuestra estructura íntima de ser un "ego" como ente automáticamente separado-miedoso.

Para mí, si vamos a la causa, (dentro de la locura que es pensaar por causas —pero es que este mundo "del ego" está hecho así)… la causa está en la mente…
Así, la "forma-estado" primero la tenemos ahí, en la mente…, y se nos manifiesta "fuera" lo que tenemos dentro: ego-estados.

Pero si lo queremos disolver, no podemos atacar la forma de lo de fuera…, sino la forma dentro, en el pensamiento de cada uno, uno consigo mismo, nada más —nada nada nada más.

Así, en cuanto atacamos la forma de lo de "fuera", los efectos… incluso de eso que suponemos a veces que es el interior o la mente de otro, de "los demás"… de esos que están "afuera nuestro"……, entonces… ya la hemos liado: estamos atacando otra vez "efectos"; estamos alimentando el monstruo, la causa del monstruo: el ego, en definitiva.

Esto consistiría en algo así, es muy simple en realidad, la filosofía política, y la política también "emancipatoria" es, en gran parte, más muestra del sistema-ego: un patio de colegio en el mal sentido, repleto de juegos, de peleas de gallitos… todos en la edad del pavo.

Imagino por tanto que "lo importante" no sería tanto lo que hagamos en el nivel de los actos, de contraer o no "matrimonio formal" con tu estado…, "tu mujer"…, etc., sino cómo lo hagas, qué-cómo pienses de-con ello…: si estás realmente alimentando en ti la forma-estado, en tu pensamiento.

El pensamiento de todo-todos sería lo que fabrica el estado…, y en general, aunque no lo parezca: el mundo: la necesidad de soluciones externas "de por vida"…, es decir, la necesidad de estancar cierta "creatividad" (con comillas)… la necesidad de "tiempo lineal"… ilusorio… para esos "cambios en el futuro"… para, incluso, "revoluciones futuras" :)…, es decir:
esas cosas, esos juegos del ego y su "tiempo lineal":
para darnos tiempo para "no tener tiempo", etc.