domingo, 24 de agosto de 2008

Freud y la narrativa de los sueños, 4


2.2 Antes de empezar

2.2.1 La distancia del texto

La distancia entre un texto y otro (la "obra" y su interpretación, interpretación que, a su vez, es otro texto), entre el contenido manifiesto y el contenido latente que se declara en las primeras líneas del capítulo "La elaboración onírica", nos recuerda vivamente la tarea de la hermenéutica bíblica:
Las ideas latentes y el contenido manifiesto se nos muestran como dos versiones del mismo contenido, en dos idiomas distintos, o, mejor dicho, el contenido manifiesto se nos aparece como una versión de las ideas latentes a una distinta forma expresiva, cuyos signos y reglas de construcción hemos de aprender por la comparación del original con la traducción. Las ideas latentes nos resultan perfectamente comprensibles en cuanto las descubrimos. En cambio, el contenido manifiesto nos es dado como un jeroglífico, para cuya solución habremos de traducir cada uno de sus signos al lenguaje de las ideas latentes. (Freud: 1900, 307).
Freud manifiesta ser el primero en descubrir la diferencia entre el contenido manifiesto y el contenido latente en los sueños; realmente lo que hace es aplicar al análisis onírico la traducción conceptual de imágenes, método habitual de la interpretación de los textos sagrados, practicada en la tradición judía y codificada en la cristiana por los padres de la iglesia desde los primeros tiempos del cristianismo. La interpretación de los sueños es una forma de interpretación alegórica:
Si no hubiera incongruidad, sino sólo identidad, no habría una relación proporcional (x no sería a y lo que y es a z). Y además, lo recuerda [Pseudo] Dionisio, es precisamente de la incongruidad de donde nace el esfuerzo deleitoso de la interpretación. Está bien que lo divino sea indicado por símbolos muy diferentes, como león, oso, pantera, porque es precisamente la extrañeza del símbolo la que hace lo palpable y estimulante para el intérprete. (De coelesti hier. II) [...] Y hay esfuerzo interpretativo porque el texto dice siempre algo diferente de lo que parece decir: Aliud dicitur, aliud demonstrantur. (Umberto Eco, Arte y belleza en la estética medieval, Lumen, Barcelona, 1999, p. 72.)
El origen de la interpretación alegórica de la Escritura, al menos en el ámbito cristiano, tiene una motivación muy concreta,
En el ensayo de contraponerse a la sobrevaloración gnóstica del Nuevo Testamento, en total menoscabo del Antiguo, Clemente de Alejandría establece una distinción y una complementariedad entre los dos Testamentos; Orígenes perfeccionará la posición afirmando la necesidad de una lectura paralela: El Antiguo Testamento es la figura del Nuevo; aquél es la letra, éste, el espíritu; lo que, en términos semióticos, equivale a decir que el Antiguo testamento es la expresión retórica cuyo contenido es el Nuevo. A su vez, el Nuevo Testamento tiene un sentido figural en cuanto es la promesa de cosas futuras. Nace con Orígenes el "discurso teologal", que ya no es -o no sólo- discurso sobre Dios, sino sobre su Escritura. Ya con Orígenes se habla de sentido literal, sentido moral (psíquico) y sentido místico (pneumático). De ahí la tríada literal, tropológico y alegórico que lentamente se transformará en la teoría de los cuatro sentidos de la escritura: literal, alegórico, moral y anagógico. (Íbid., p. 80).
La distancia del texto sagrado es lo que hace inexcusable la interpretación (interpretación que va a terminar por consagrar esa distancia). Al igual que el texto sagrado (el sentido de la alegoría es una latencia-lejanía), también el sueño es un texto distante que necesita una interpretación. [Nota. "Nadie sueña nunca desatinos." (Freud: 1900, nota 12 a la pág. 335). La hermenéutica de los sueños tiene una doble función: a) mostrar el mensaje (contenido latente) que subyace al símbolo (contenido manifiesto); y b) mostrar que, efectivamente, el sueño no es un "desatino", sino que tiene su lógica interna. En el primer sentido, la interpretación no se aleja de la exégesis de un texto en general, pero al reconocer la distancia entre lo manifiesto y lo latente que aqueja a toda condensación (obra), también se está reconociendo implícitamente la imposibilidad de cerrar esa distancia. Lo cual nos lleva a una paradoja: la interpretación abre la brecha entre lo manifiesto y lo latente, aunque fue concebida para cerrarla; cierre que se presenta como una tarea imposible si entendemos la interpretación en tanto que proliferación.] Freud se dispone entonces a tratar los sueños como si de textos sagrados se tratase para consumar la distancia en la interpretación, en el análisis interminable del texto.

El análisis hermenéutico surge en la religión del Libro al constatarse la preocupante lejanía de los textos sagrados con respecto a la ideología que se los apropiaba (tal distancia es, por otra parte, el remedio que el propio texto opone contra la interpretación fundamentalista: la multiplicidad). La dolora distancia de obras como El cantar de los cantares (celebración de lo mundano algo alejada del desprecio supuestamente predicado por los sacerdotes-ascetas), no es soportable sin mediación, sin alegoría e interpretación. Todo texto tiene su arquetipo en el Texto sagrado, y los sueños no son una excepción. Comparten la lejanía así como la tarea imposible de la hermenéutica: abolir la distancia del texto sabiendo que la interpretación no tiene fin.

Imagen: Peter von Corneluis, José interpretando el sueño del faraón, 1816-1817

jueves, 21 de agosto de 2008


Leída desde una lejana constelación, tal vez la escritura mayúscula de nuestra existencia terrena induciría a concluir que la tierra es el astro auténticamente ascético, un rincón lleno de criaturas descontentas, presuntuosas y repugnantes, totalmente incapaces de liberarse de un profundo hastío de sí mismas, de la tierra, de toda vida, y que se causan todo el daño que pueden, por el placer de causar daño: -probablemente su único placer.

sábado, 16 de agosto de 2008

Monsieur Descartes y el licenciado Vidriera, parte primera

Al comienzo de sus Meditaciones Metafísicas Descartes escribe:

Y ¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos, si no es poniéndome a la altura de esos insensatos cuyo cerebro está tan turbio y ofuscado por los negros vapores de la bilis que aseguran constantemente ser reyes, siendo muy pobres, ir vestidos de oro y púrpura, estando desnudos, o que se imaginan ser cacharros o tener el cuerpo de vidrio? Mas los tales son locos, y yo no lo sería menos si me rigiera por su ejemplo.

Dos años después de su publicación en España, aparece en París, en 1615, la traducción francesa de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, quien en ese momento está en la cumbre de su fama gracias al rotundo éxito de la primera parte del Quijote. Parece que la recopilación de sus novelas morales alcanza rápidamente una gran acogida popular en Francia. Una de las más celebres de esas novelas ejemplares cuenta la historia de un ingenioso estudiante que enloquece tras tomar un filtro amoroso preparado con no muy buen tino por una amante despechada; se trata, claro está, de la célebre narración El licenciado vidriera. La locura del muchacho consiste, precisamente, en creerse todo hecho de vidrio y, por tanto, estar contínuamente en trance de quebrarse.

Todo indica, que cuando se publicó en París la historia de nuestro licenciado, Descartes se encontraba apunto de terminar sus estudios en el colegio de los jesuítas de La Flèche. Entre 1615 y 1616 se licenció en derecho civil y canónico en Poitiers y el 1618 se alistó en el ejercitó de Mauricio de Nassau, príncipe protestante impulsor de la rebelíon de los Paises Bajos contra el dominio español. La intención del joven lincenciado Descartes no era otra que, tal y como confiesa en el Discurso del método, liberarse de la Escuela para estudiar "el gran libro del mundo":
Por esta razón, tan pronto como la edad me permitió alejarme del acatamiento de mis preceptores, abandoné de forma total el estudio de las letras y, tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera encontrar en mí mismo o en el gran libro del mundo, dediqué el resto de mis años de juventud a viajar, conocer cortes y ejércitos, tratar con gentes de diversos temperamentos y condición social, coleccionar experiencias, ponerme a prueba en las ocasiones que la experiencia me ofrecía y reflexionar en cualquier ocasión de forma tal sobre las cosas que se presentaban que siempre pudiese obtener algún provecho.

No es imposible que la fuente de Descartes hubiese sido la novelita de Cervantes, dado que se tradujo con éxito al francés en su adolescencia, aunque también están documentados casos en la época, al menos en España, que yo sepa, de locos que se imaginaban ser de cristal.

Tomás Rodaja es un joven de origen pobre que, determinado a estudiar una carrera universitaria, decide marchar a Salamanca y ponerse al servicio de dos estudiantes ricos, una de las pocas posibilidades que había en la época para que un pobre tuviera acceso a los estudios superiores. Al tiempo de estar estudiando en la Universidad, sus amos han terminado las carreras y deciden volver a su lugar de origen, Tomás los acompaña, pero en poco días el deseo de regresar para continuar sus estudios es más fuerte y decide retornar a Salamanca. En esto ocurre que, por el camino, conoce a un capitán de los Tercios que está formando compañía, es decir, reclutando soldados, y convence a Tomás para que lo acompañe a Italia. Éste se lo piensa y decide finalmente aceptar su periplo militar, su propia ocasión para "leer el libro del mundo". Pasa a Italia, cuyas ciudades esplendorosas lo dejan maravillado; después a Flandes, donde visita Amberes, Gante, Bruselas... Finalmente determina volver a Salamanca a continuar sus estudios, lo cual hace cruzando Francia. Se trata de un periplo parecido al del licenciado Descartes, aunque militando cada uno en bandos enemigos.

De regreso a Salamanca, termina por "graduarse de licenciado en leyes"; en ese tiempo, una mujer se encapricha de él y cómo él no atiende a sus reclamos, le hace tomar un mejunje que apunto está de costarle la vida y que, finalmente, lo deja trastornado del juicio:
Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener perturbados todos los sentidos; y aunque le hicieron los remedios posibles, sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de lo del entendimiento, porque quedó sano, y loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginóse el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación, cuando alguno se llegaba él, daba terribles voces pidiendo y suplicando con palabras y razones concertadas que no se le acercasen, porque le quebrarían: que real y verdaderamente él no era como los otros hombres: que todo era de vidrio, de pies a cabeza.
Filosóficamente hablando, es sumamente interesante la cuestión del efecto que tiene en el ingenio de Tomás su nueva condición vítrea:
Decía que le hablasen de lejos, y le preguntasen lo que quisiesen, porque a todo les respondería con más entendimiento, por ser hombre de vidrio y no de carne: que el vidrio, por ser de materia sutil y delicada, obraba por ella el alma con más promptitud (sic) y eficacia que no por la del cuerpo, pesada y terrestre.
Aunque aquí se está planteando el problema de la comunicación de las sustancias, hay que tener en cuenta que los referentes o fuentes teóricas son Platón y Aristóteles (incluso el aristóteles escolástico), más que el propio Descartes, por supuesto, cuya obra Cervantes no podía conocer, entre otras cosas, porque no existía cuando escribió las Novelas ejemplares. Sí que existía, sin embargo, un libro de un médico español que fue un verdadero "bestseller" en toda europa, que se publicó por primera vez en 1575 y que, como ha sido de sobra documentado, es la fuente filosófica fundamental de los textos de Cervantes. Aquél libro se llamó Examen de ingenios para las ciencias y fue escrito por el doctor Juan Huarte de San Juan (nótese que "ingenio" es una palabra que repiten muchísimo en sus escritos, tanto Cervantes como Descartes). Se trata de una especie de psicología aplicada avant la lettre de estas que se usan para la selección de personal; como su propio título indica, analiza los distintos tipos de "ingenio" para determinar qué clase de ciencia son más idóneos para ejercer. Las fuentes principales del Doctor San Juan son Platón y Aristóteles. La extraña locura de Tomás plantea el clásico problema del alma y los modos de conocimiento; y eso es lo que se trata ahora de comentar.

lunes, 11 de agosto de 2008

Freud y la narrativa de los sueños, 3


2. Recursos narrativos de los sueños (con ejemplos).

2.1 La apuesta freudiana.

La lectura de La interpretación de los sueños muestra al psicoanálisis como una solución posible a lo que hemos llamado el problema común. No se trata de una solución al uso, única; hasta ahora habíamos visto arreglos dispares centrados en una sola de la caras del asunto, los narradores por un lado, los filósofos por otro. Lo interesante del psicoanálisis es que puede conciliar ambas vertientes, ya que se trata de una psicología filosófico-racional y a la vez de una lección de teoría y práctica narrativas, sin haber pretendido ser, en un principio, ni una filosofía ni una teoría de la narración, sino una cura para el alma. Como tal medicina, cuya preocupación no es el cuerpo, su único y más poderoso fármaco es el lenguaje. Su fin es la curación por la palabra, palabra que es, al mismo tiempo, el medio a través del cual el mundo se construye cognitiva y narrativamente. [Nota. El problema común es, en realidad, un pseudo-problema. Construcción narrativa y construcción cognitiva del mundo se abrazan, se necesitan; son, en el fondo, indiscernibles. El lenguaje es el camino real hacia el mundo, ese mundo que siempre es un mundo posible, donde la dicotomía ficción/realidad no es pertinente, donde la ficción no está en relación de jerarquía con la no-ficción.]

Acierta Umberto Eco al relacionar los tres órdenes en función del problema que buscan resolver:
La novela policíaca constituye una historia de conjetura en estado puro. Pero también una detection médica, una investigación científica e, incluso, una investigación metafísica, son casos de conjetura. En el fondo, la pregunta fundamental de la filosofía (igual que la del psicoanálisis) coincide con la de la novela policíaca: ¿quién es el culpable? (Eco: 1983, 65-66).
La novela policíaca se considera a menudo el paradigma de lo narrativo en cuanto arquitectura, pues la noción de intriga condensa la claves de lo narrativo: el procedimiento que transforma los hechos amontonados en ficción articulada. La intriga, efectivamente, busca un culpable y queda resulta cuando éste es descubierto. Pero esto no es lo que interesa realmente a la hora de establecer las conexiones entre lo narrativo y lo filosófico que se verifican en el psicoanálisis; lo que nos interesa es la idea de trama o nudo, más que la de desenlace. Es decir, el trabajo de la reconstrucción de la estructura del entendimiento y del mundo o mundos que esa estructura lleva en su seno agotan la intriga en sí. El sujeto queda constituido en el enredo no en el desatamiento de los hilos de la trama, lo que acarrearía su disolución. La filosofía no tiene solución sino riesgo. El psicoanálisis sería una de las muchas soluciones posibles a la compleja ecuación del sujeto.

El interés de psicoanálisis no es otro que contar la historia del "yo" en distintos niveles y, en consecuencia, agotarlo o inventarlo en esa narración. En el nivel cognitivo procura una descripción de la mente como un lugar (o no-lugar) llamado inconsciente cuya estructura y función son lingüísticas, por tanto, estamos hablando de una "máquina" de construir historias. En el nivel terapéutico el psicoanálisis promete la cura a través de la palabra. El paciente cuenta su historia consciente al analista, que éste confronta con su historia inconsciente. El resultado es un tejido sin desenlace tras el que aparece, entre sombras, la imagen verdadera del sujeto (su versión unificada): su historia clínica. ¿Quién es el culpable? No importa. Sólo interesa que el suspense nos mantenga en vilo.

Freud, además de descubrir la centralidad del lenguaje para su método curativo, recogió la idea de que el símbolo es el arma expresiva del espíritu. El espíritu es tanto como decir el inconsciente y el terreno privilegiado para observar cómo éste discurre son los sueños. La retórica de los sueños es el lenguaje del inconsciente y la retórica del inconciente es el lenguaje del espíritu. La psicología del filósofo, la poética del novelista y el análisis del neurótico se dirigen a la erección de un mundo posible con la ayuda de símbolos. A continuación, vamos a exponer ejemplos que ilustran La interpretación del los sueños como un gran tratado de procedimientos narrativos. [Nota. "... el cine es muy parecido al sueño y las ideas freudianas son susceptibles de aplicarse inmediatamente a él." Wittgenstein, Movimientos del pensar. Diarios 1930-1932/1936-1937, Pre-Textos, Valencia, 2000, p. 31.] Ello puede ser una tentativa de acercamiento al problema central de la filosofía: el sujeto, la conciencia. O el sitio vacío que en su lugar se encuentra.

Imagen: Paul Sandby, La linterna mágica, hacia 1760

jueves, 7 de agosto de 2008



"El pensamiento entorno al que aquí se batalla es la valoración de nuestra vida par parte de los sacerdotes ascéticos: esta vida (junto con todo lo que a ella pertece, "naturaleza", "mundo", la esfera entera del devenir y de la caducidad) es puesta por ellos en relación con una existencia completamente distinta, de la cual es antitética y excluyente, a menos que se vuelva en contra de sí misma, que se niegue a sí misma: en este caso, el caso de una vida ascética, la vida es considerada como un puente hacia aquella otra existencia."

Imagen: Jean Delville, La escuela de Platón, 1898