domingo, 31 de marzo de 2013

El Telescopio del diablo


Los Evangelistas cuentan la historia de cómo el diablo tienta a Cristo llevándolo a una alta montaña y enseñándole (poniendo a sus pies) todas las naciones de la tierra. Según Constantijn Huygens, esto fue posible gracias a que el diablo disponía de un telescopio. De tal forma que fueron las imágenes, y no las cosas en sí, las que pretendieron seducir a Cristo. Porque una imagen es suficiente para tentarnos si es más poderosa que aquello que representa. Lo cierto es que Huygens, miope él mismo, estaba obsesionado por la tecnología óptica de su tiempo (s. XVII): microscopios, telescopios, cámaras oscuras, gafas … todo lo que contuviera una lente o varias, todo lo susceptible de producir una imagen, él lo consideraba la cumbre espiritual de su época y la frontera entre lo antiguo y lo moderno. Consideraba además que la imagen proyectada por una cámara oscura estaba más viva que la vida misma; era más real que lo real.

lunes, 25 de marzo de 2013

Presos de lo mismo

Buscando siempre la semejante, lo idéntico, lo representativo, lo similar, lo mimético. "La nueva crítica".

sábado, 23 de marzo de 2013

La crítica de la crítica y sus muchos rostros perdidos

En principio fue una carta que quería empezar un diálogo, un diálogo entre dos amigos. A muchos meses vista, nada parecido a eso se ha producido. Me decido entonces a publicar aquí ese texto, convenientemente expurgado de alusiones personales,  por dos razones: porque costó trabajo hacerlo y porque no pierdo la esperanza de que algún rostro perdido quiera dialogar con él. En esencia, se trata de un cometario crítico informal a los presupuestos teórico-filosóficos de la llamada "sociología crítica" contemporánea, especialmente la sociología de la educación de determinado grupo. Citaré en él textos que están a disposición del público, ya sea impresos o en la red. El escrito es bastante largo y se publicará por entregas. Aunque se refiere a la crítica sociológica, muchas de sus afirmaciones pueden aplicarse a la crítica literaria y también a la cinematográfica. De hecho, es probable que estas entregas  sean interrumpidas de vez en cuando por algún post dedicado específicamente a esos temas. Esta versión contiene algunas modificaciones. 


La idea de este escrito es apuntar cómo la teoría crítica de la educación está infiltrada en sus cimientos de filosofía representacionista, porque a esta imagen del pensamiento (en un sentido Deleuziano) pertenecen los autores de cuyo trabajo se reclaman herederoa. También se trata de señalar lo contradictorio, a nuestro juicio, de incluir en la nómina de contribuyentes a la Teoría a autores cuya obra se caracteriza precisamente por constituir un ataque central y sin paliativos a esa imagen representacionista del pensamiento, empezando por Foucault y siguiendo por quien puede ser considerado como el más influyente de todos los pensadores antirepresentacionistas. Hablamos por supuesto de Nietzsche. Con todo esto me referiero a los fundamentos o presupuestos de la teoría, y no a sus procedimientos y resultados, parciales o generales, que no es mi pretensión juzgar. Tampoco se trata de avisar de los peligros del sincretismo, puesto que no creo que haya peligro alguno que avisar en este sentido. No hacemos esto por ningún prurito de ortodoxia, pureza o escolasticismo, al contrario, entendemos la labor lectora, no en el sentido hermenéutico-significante, sino en el sentido rizomático de usar determinados conceptos en una tentativa creadora (crear es resistir- y ¿qué es crear? Tener una idea. Una idea que servirá de espoleta para otras creaciones, otras resistencias). Pero una cosa es experimentar, intentar abrir nuevos caminos, y otra muy distinta querer estar presente en dos imágenes del pensamiento antagónicas y en lucha al mismo tiempo. Y este creo yo que es el peligro de la teoría crítica de la educación, y lo creo precisamente porque afecta a su pretensión crítica.




¿Qué es la representación?


La representación es la fe en que existe una realidad objetiva, unos hechos objetivos, independientes, dados. Y la fe en que existe un procedimiento para conocer esos hechos: una teoría, un conjunto de ellas, un instrumento de medida, una máquina que nos hace ver a larga distancia, un aparato de ordena series complejas en décimas de segundo, un sujeto capaz de absorber lo dado sin contaminaciones, un espejo de la naturaleza. La ciencia digamos que es la encargada de unir estos dos extremos, el mundo objetivo y su conocimiento por un sujeto. Sin embargo, se ha demostrado, sobre todo a partir de la crisis del positivismo, que la ciencia hoy se conforma con "funcionar" y ha ido poco a poco renunciado a la pretensión de describir, de elaborar una fotografía naturalista del mundo objetivo. Ahora se crean multitud de entidades, desde el átomo a los virus, pasando por los constructos matemáticos con los que opera la banca, que hacen que funcione la vida moderna, que la civilización crezca sin freno, pero que en el fondo son todo lo reales que pueda ser un personaje de ficción. Un virus, por ejemplo, es un constructo teórico, es el vínculo que necesita la manifestación de una enfermedad con el remedio farmacológico destinado a curarla. Podemos decir con esto que hasta la ciencia a renunciado a la verdad o, al menos, que incluso para ella "verdad" se convertido en una noción problemática. En el campo de las ciencias sociales, esta complicación se vuelve todavía más inquietante porque ahí sí que es imposible concebir la creación de un "hecho social", sin que medien estrategias de poder. En el campo de lo social "lo objetivo", "lo científico",  siempre ha obedecido a estrategias de poder de uno otro signo. Tengamos en cuenta tan solo que todas las polémicas nacionalistas habidas en la historia reciente se han desarrollado en el campo de batalla de las ciencias sociales. En el caso de la lengua, por ejemplo, la filología castellano-centrista convirtió la historia de la lengua en una evolución predeterminada del latín vulgar al castellano clásico, en la que cada episodio de su narrativa hacía su contrubución al resultado final. Hoy sabemos que todo ocurre en la historia de forma algo más sucia y menos noble. Lo que se nos ofrece en las ciencias sociales como conocimiento objetivo a es casi siempre un constructo ficcional al servicio de una estrategia determinada. Ello se consuma casi siempre blandiendo las armas de la filosofía representacionista. Y es en esto, y en tanto que vemos que la ciencia social crítica hace uso de esos mismos instrumentos, donde vemos una profunda contradicción. Lo real ha dejado de ser lo objetivo y ahora puede ser descrito como lo estratégico. Mientras que lo verdadero ya no cuenta. Lo real es todo aquello capaz de producir realidad y es aquí donde lo real y lo estratégico se dan la mano. Las teorías racistas de la ciencia social del XIX podían estar erradas, pero presentándose como objetivas, verdaderas, produjeron una insoportable cantidad de dolorosa realidad. Es cuando la representación se confunde con la estrategia cuando todo se tuerce. Quizá lo único que pueda librarnos del peligro sea el ser conscientes de que detrás de lo dado siempre se esconde una estrategia. Tal vez siendo conscientes de esto podamos dar al pensamiento estratégico un sentido positivo, constructivo, creativo. En el fondo, no estamos sino daldo vueltas a lo que Nietzsche escribió hace ya más de un siglo. Ésta es la verdad complicada de la que él nos habló ("¿de cuánta verdad somos capaces?"), esto es lo que no terminan de asumir tantos pensadores "críticos" Usan genealogías, etc., pero lo hacen dando un salto (sobre todo los científicos sociales) y se olvidan siempre del primer paso, el momento de la pregunta que acabo de mencionar: ¿de cuanta verdad ...? No hay hechos sin interpretaciones (de este principio parte toda ontología estratégica). Leí los debates sobre el Sida, toda la combinatoria de construcción del virus, etc. La forma de construir los hechos es la forma del poder (Mercado, Universidad, Inversión, Revistas científicas, Ejército) ... Un ejemplo lingüístico: ¿qué diferencia a una lengua de un dialecto? "Una lengua es un dialecto con un ejército". Un "hecho" es una interpretación con un ejército, un Mercado, un Banco, una Bolsa y un instrumento de medida, etc.