miércoles, 18 de noviembre de 2009

La historia de Jan Oort


«Eso no es exacto.

He aquí lo que es exacto.

En 1932, el holandés Jan Oort, estudió las estrellas que se alejan de la Vía Láctea. Pronto, como era previsible, la gravedad las atrae hacia atrás. Al estudiar las posiciones y la velocidad de estas estrellas repatriadas, Oort pudo calcular la masa de nuestra galaxia. Cuál no fue su sorpresa al descubrir que la materia visible no representaba más que el cincuenta por ciento de la masa necesaria para el desplazamienro de una fuerza tal de gravedad. ¿Adónde había ido entonces la otra mitad del universo? La materia fantasma había nacido, omnipresente, pero invisible.»

Oído en Jean-Luc Godard, "Los signos entre nosotros", Historias del cine, 4b.

domingo, 8 de noviembre de 2009

However



Fue más o menos dos semanas después del banquete de boda cuando Sumire me llamó un domingo durante la noche, justo antes del alba. Como es natural, yo estaba durmiendo. Tan muerto para el mundo como un viejo yunque. La semana anterior estuve a cargo de organizar una reunón, y tan solo pude empalmar unas pocas horas de sueño mientras reunía todos los documentos necesarios (leáse inútiles). Llegado el fin de semana, quería poder dormir a pierna suelta. Y en esas estaba cuando sonó el teléfono.

"Estabas dormido?", preguntó Sumire.

"Um", gruñí. E instintivamente miré al reloj de alarma junto a mi cama. Tenía unas manillas fluorescentes enormes, pero no pude ver la hora. La imagen proyectada en mi retina y la parte de mi cerebro que debía procesarla no estaban sincronizadas, como una vieja señora intentando sin éxito ensartar una aguja. Lo único que pude entender es que todo estaba oscuro como en Dark nigth of the soul de Fitzgerald.

"Va a amanecer muy pronto"

"Um", murmuré de forma indiferente.

"Aquí cerca, donde vivo, hay un hombre que cría gallos. Debe haberlo hecho así durante siglos. Dentro de media hora empezarán a cantar como si tronara. Este es el momento que prefiero del día. Cuando el cielo absolutamente oscuro comienza a clarear por el este y los gallos empiezan a cantar al máximo de sus fuerzas como si quisieran vengarse de alguien. ¿Hay gallos cerca de tu casa?"

A este lado de la línea telefónica sacudí mi cabeza ligeramente.

"Llamo desde la cabina que está cerca del parque".

"Um", dije. Había una cabina a unos cien metros de su apartamento. Desde que sumire no tenía teléfono, siempre tenía que ir hasta allí para llamar. Una cabina de teléfono común y corriente.

"Sé que no debería llamarte a estas horas. Lo siento de verdad. El momento de la noche en que ni siquiera los gallos han empezado a cantar. Cuando esta luna lastimosa cuelga ahí en un rincón al este del cielo como un riñón averiado. Pero piensa en mi; he tenido que abrirme paso en la oscuridad todo el camino hasta aquí con esta tarjeta de teléfono que recibí como regalo en la boda de mi primo apretada en la mano. Con una foto en ella de la feliz pareja cogidos de la mano. No puedes imaginar lo deprimente que es. ¡Mis calcetines ni siquiera coinciden, por el amor de dios! Uno tiene un dibujo de Mickey Mouse y el otro es de lana lisa. Mi cuarto es un completo desastre; nunca puedo encontrar nada. No quiero decir esto muy fuerte pero, ni siquiera te imaginas lo horribles que son mis bragas. Si un pervertido me atacara, nunca lo superaría. No te pido compasión, pero estaría bien si pudieras decirme algo más como respuesta. Algo más que esas frías interjeciones tuyas; ohs y ums. ¿Qué me dices de una conjunción? Una conjunción estaría bien. Un pero o un todavía."

"Sin embargo", dije. Estaba y exhausto y me sentía todavía como si estuviera en mitad de un sueño.

"Sin embargo", repitió ella. "De acuerdo, es suficiente. Un pequeño paso para un hombre. Un paso muy pequeño, sin embargo."

"Entonces, ¿necesitas algo?"

"Exacto, necesito que me digas algo. Es por eso que te llamo", dijo Sumire. Aclaró su garganta ligeramente. "Lo que quiero saber es cuál es la diferencia entre un signo y un símbolo."


Haruki Murakami, Sputnik sweetheart


viernes, 25 de septiembre de 2009

Palabras reparadoras




Y la novia iba vestida de blanco, como su piel.
Como la ceniza blanca tan pura, muerta, como su piel.
Y María moría otra vez, la bella muriente; tenedla presente cuando recéis.

Cogeré nuestro amor, María, y le daré alas e infito.
Cogeré nuestra mesilla y nuestras sábanas y haré una cometa.
Y haré que la cometa suba y suba hasta hacerse un cometa.

Fernando Alfaro, Fragmento de Extrarradio

Imagen, Mist-ika

martes, 8 de septiembre de 2009

Juan Muñoz: el presente y la muerte


Fotografía

Solía pensar en la pintura de Vermeer como una representación del presente, al menos en su encarnación en el instante. Como a menudo pienso cosas que van encontra de mis ideas, solía pensar, también, que, una vez pasada la línea de sombra, la experiencia gira entorno a la repetición (ésto aún en contra de lo que me dictan mis afectos); y que sólo una experiencia original aguarda, cual rito de paso, allí: la muerte propia. Juan Muñoz declaró desafiante que sólo hay dos cosas que no pueden ser representadas: el presente y la muerte. ¿Y si sólo pudiera representarse la repetición, lo que se repite? Habría que concluir que no puede haber representación de las experiencias originales. La aporía aparece cuando se sospecha que toda experiencia es original.

lunes, 24 de agosto de 2009

Pop

Las pompas de jabón son el símbolo por excelencia de lo efímero; pero también los diarios o la moda son algo efímero. El caso de los periódicos es particularmente ilustrativo, pues el significado de 'diario' es precisamente la etimología de efímero: epi-hémera, “que dura un día”; la hemeroteca sería un “almacén de días”. Pero podemos pensar que lo efímero no tiene porqué ser superficial o tener falta de profundidad. Incluso podemos recordar la frase aquella de Paul Valéry en la que se refiere a la profundidad de lo que no la tiene: “la piel es lo más profundo”. Lo que nadie puede negar es que lo efímero tenga “alma”. Los griegos llamaban a las mariposas “almas”, psijé, siendo aquellas seres de un día. En cuanto a las pompas de jabón, éstas nos entregan su alma al desaparecer. 'Pop' es el sonido que hacen al estallar, es un eco vacío y apenas audible, es la onomatopeya que define a la cultura contemporánea, 'pop': cultura popular: del día a día, efecto de superficie, un eco, un vacío que se olvida cuando el día da la vuelta, cuando la estación se termina, como las colecciones de moda. Una burbuja es aquello que se sostiene en el aire y que finalmente estalla dejando un sonido que es su sentido y su significado, aún siendo un mero significante, una forma que expresa el contenido – su no-contenido. Ni siquiera aire, vacío.

martes, 23 de junio de 2009

Soleares del Soho


Créditos de la foto
Tras más de seis meses de experiencias fugaces, empecé a sentir una mañana la necesidad de algo profundo. En esta ciudad todo parece ir y venir para no quedarse: amigos, conocidos, trabajos, casas ... El devenir se siente como algo cotidiano y las relaciones con cosas y personas se quedan muchas veces al nivel de la superficie. Ocurre con lugares, acontecimientos ... No creo ser el primero que ha sentido aquí un pequeño vacío. Es esta es una ciudad apasionante, pero tras el deslumbramiento de los primeros meses llega una mañana en que te levantas sintiendo que "falta algo" ...

En esas estaba cuando una mañana, mi amigo Xavi y yo nos aventuramos en el Soho. Sin rumbo fijo, sólamente una escala estaba prevista en nuestro peregrinar, Grant and Cutler, la librería de lenguas extrajeras, donde Xavi tenía que descambiar un diccionario al que le faltaban páginas; el resto lo libramos al olfato del que sabe dónde está pero no conoce el camino. Empezamos con una pinta en el White Horse, un bar que me recuerda a Sevilla, a los bares de Sevilla,en primer lugar porque es un "Bar", después porque no tiene moqueta sino una especie de parqué que imita las losetas (el primer día las creí aunténticas) y finalmente porque sus mostradores de madera ennegrecida me recuerdan algunos cafés o bodegas de Sevilla.

En Grant and Butler, dónde yo también pensaba comprar un diccionario, mirando las estanterías de literatura española me encontré con un libro que ya había leído años atrás; uno de esos libros que más que una lectura reconfortante para unas horas o unos días suponen, por el contrario, una gran colección de ideas que sirven para crear nuevas ideas, una caja de repleta herramientas que sirven para "hacer cosas" y, aún, para crear nuevas herramientas. Unos de esos libros que van contigo sin despegarse ya para siempre a partir de la primera lectura, unos de esos libros que se rumian contínuamente e incluso se recuerdan sin cesar cuando ya no están físicamente contigo (tal es mi caso, leí ese libro, lo estudié, subrayé, tomé notas; pero no lo conservé). Uno de esos libros que, al igual que La obra de los pasajes de Walter Benjamin o Las palabras y las cosas de Foucault, La vida, instrucciones de uso de Perec ... resultan ser más una biblioteca que un libro sólo. Ese libro es la Memoria del flamenco, del poeta manchego Félix Grande. En eso he estado las últimas dos semanas en las que, abducido de nuevo por la lectura de sus casi 800 páginas, he hecho gala de un humor huraño y una actitud monacal, inundado por semejante chute de autenticidad e intimidad. Hoy he terminado de leerlo y en los próximos días quiero escribir sobre algunas de las cosas que ese libro dice:
En parte, lo sabemos. En parte inmensa, no. Sabemos, sí, que el flamenco nos dice lo que nos dijo Manolito María [¿Por qué cantas tú, Manolito María?]: "Porque me acuerdo de lo que he vivido". ¿Pero qué es lo que esto nos dice? Nos dice que los gitanos aparecieron -medio como un enigma- en algún lugar de la India y en un pliegue del tiempo, hace miles de años; que anduvieron por el oriente y por Europa, que llegaron a Andalucía, que encontraron quién sabe qué, que les sigue faltando algo que es suyo, y que en esa falta esencial nos encontramos todos: porque a todos nos falta algo que es nuestro. Por ejemplo: nuestros antepasados, nuestros intermediarios con la necesidad de eternidad. También nos faltan nuestros descendientes: nuestros intermediarios con la necesidad de la inmortalidad. Lo que nos falta, en suma, es nuestra eternidad. Y el flamenco parece que lo sabe.

Félix Grande, Memoria del flamenco, Punto de Lectura, Barcelona, 2007, p. 615

lunes, 25 de mayo de 2009

Useless/useful (Post-scriptum)


Simplemente traduzco:

Cuando llegó a Paris en 1921, Man Ray realizó su obra Cadeau: una plancha en cuya superficie había soldado unos clavos. Al igual que en la Rueda de Bicicleta, de Duchamp, era la unión de dos objetos banales la que trasformaba ambos en inútiles (useless). La plancha rasgaría las camisas en tiras y los clavos ya no podían ser clavados sobre nada. Las implicaciones eróticas y violentas quedaban patentes: "Puedes rasgar un vestido en tiras con ella, declaró Man Ray, una vez lo hice y le pedí a una bonita muchacha de color de deciocho años que se lo pusiera y danzara con él. Podias ver su cuerpo a través, era como una estatua de bronce en movimiento. Realmente bello."

Tony Godfrey, Conceptual art, Phaidon Press, London, 2008, p. 37

miércoles, 22 de abril de 2009

Useless/useful



Foto de Bionik Monkee


Hace un unos días un amigo me planteó pensar la dicotomía useless/useful en el contexto de la moda. Analizar el orden cultural a base de pares de opuestos es muy habitual dentro de la antropología cultural. Y esto es algo a lo que los curators (los organizadores de exposiciones) han sabido sacar mucho partido. Artistas, temas o épocas quedan resumidas en dos palabras fácilmente entendibles por todo el público y fácilmente representables iconológicamente: lo crudo y lo cocido, lo lleno y lo vacío, lo sagrado y lo profano ...

El contexto de la moda parece quizá el más adecuado para sacar el tema de útil y lo inútil; a priori se nos presenta una conclusión posible sin necesidad de pensar mucho: después del punk y del do it yourself, ningún objeto es inútil para la moda, todo tiene un uso reservado. Pero la verdad es que siempre hay que retrotraerse a Dadá, al object trouvé, a Duchamp, Picabia y Schwitters.

Pero nos encontramos con un problema a resolver cuando al hablar de moda tropezamos con el concepto de lo funcional, de forma parecida a lo que ocurre en la arquitectura.

La idea que mi amigo manejaba no era otra que, a fin de cuentas, todo lo inútil conserva un lado útil en términos de sentido o significado, y citaba a un filósofo chino: "greatness in useless". Me preguntó qué filósofo occidental pudo haber planteado la cuestión de lo útil y lo inútil y yo me acordé inmediatamente de Wittgenstein.

El significado de un término es su uso dentro de un determinado juego de lenguaje. Esta herramienta wittgensteiniana nos permite interpretar la utilidad de lo inútil (useless) en función de su significado. Lo inútil es útil es su sgnificado para mí. Claro que se trata de un sentido de lo útil alejado de toda pragmática, produciéndose aquí dos fecundas paradojas.

En primer lugar, la perspectiva wittgesnteiniana en este asunto es pragmática, pragmática que en este caso ilumina sentidos no pragmáticos de la idea de lo útil (useful). El término inglés, además, tiene un matiz del que el castellano carece y que podemos traducir malamente como "usable", pero además, "useful" nos es más que un derivado de "use", el marco del significado para wittgenstein.

Tenemos, pues, una cosa clara, que la grandeza de lo inútil reside en su significado y que este significado es su utilidad dentro de mi juego de lenguaje privado. Trátase entonces de una utilidad no práctica, sino expresiva y no compartible sino como expresión.

Pero la moda, como la arquitectura, tiene un aspecto funcional, decía. Este aspecto queda negado cuando alguien se pone una camiseta llena de agujeros (¿quién fue el primero en hacerlo públicamente, Johnny Rotten?), quedando la prenda expuesta como pura expresión de un sentido, (es una prenda que no cubre, pero viste). Grande en su inutilidad, útil en su significado.

miércoles, 8 de abril de 2009

Clásico y moderno


Jean-Luc Godard, Bande á part, 1964

A veces pienso en lo que significa ser clásico. Y casi siempre, como ahora, termino pronunciando las viejas palabras de Baudelaire. No se trata más que de renovar un mito. Ergo, aquel que alcanza las orillas del clasicismo ya no puede ser más moderno (=está en la cima de lo moderno).

Prostitutas, jugadores y campesinos son el modelo de las vírgenes y los apóstoles que pinta Caravaggio.


Hendrik Kerstens, Bag, 2007

La versión personal de Hendrik Kerstens del retrato holandés del XVII que transforma la cofia en una bolsa de plástico o la bolsa de plástico en una cofia.

Una forma pulsional de reinventar el amor, pero no menos memorable que la vieja lírica, en uno de los últimos poemas de Helena Ortiz: "recuerdo el sabor de tu semen en el de todos los demás." Veo al amado en cada cual a quién creo amar. Convertir un suceso del momento en un nuevo mito, a través del lenguaje expresivo del mito: Las matanzas de Quíos de Delacroix, La balsa de la Medusa de Géricault, La muerte de Marat de David, El almuerzo sobre la hierba de Manet, La crucifixión de Picasso.

Las palabras de Baudelaire apuntan a lo moderno como lo que puede tener de heróico el momento presente. Contar los mitos con el lenguaje del presente o contar el presente con el lenguaje de los mitos. El cine de Godard, pongamos como ejemplo, no es más que una colosal indagación de todo esto.

martes, 24 de febrero de 2009

Amor en la orilla izquierda



La nouvelle vague antes de la nouvelle vage
. No eran canallas pero lo prentendían. No eran intelectuales pero lo pretendían. Eran modernos. Escuchaban jazz en las cavas de Saint Germain. Eran la versión europea de los beats norteamericanos por la misma época. Se vestían muy bien, para mi gusto, y habitaban un universo que gravitaba en torno a un centro: el amor. Eran adictos al blanco y negro. Todos dicen que la primera película de Godard constitiye el manifiesto de aquella estética. Pero el libro de Ed van der Elsken, Love on the left Bank, fue antes.

domingo, 11 de enero de 2009

Philosophie dans le mètro



En Londres la filosofía se anuncia en el metro, como todo.

¿Cual es el massage entonces? ¿Que la filosofía es como todo? Eso decían los posmodernos. Londres es una ciudad bastante posmoderna, como se espera de tada metrópoli global; se nota en muchas cosas, pero a mí me llama la atención especialmente la ordenación de los museos. El Victoria & Albert, por ejemplo, es paradigmático: existre una galería dedicada íntegramente a Rafael, pero para acceder a ella tienes que atravesar las salas dedicadas a la moda, fundamentalmente vestidos y trajes de los años 60.