domingo, 2 de septiembre de 2007

Thoré-Bürger: el hombre que inventó a Vermeer, 7



El catálogo de Vermeer según Thoré-Bürger

La venta Dissius. El 1696 se ponen a la venta en Ámsterdam más de cien pinturas de grandes maestros, entre ellas veintiuna se atribuyen a Vermeer. Aparte del lugar y la fecha en que se celebró, Thoré no sabía nada acerca de esta subasta: ni la procedencia de los cuadros ni la identidad del propietario ni cómo se había formado la colección... Como sabemos, el crítico llegó a especular con la posibilidad de que se tratase de la venta de la herencia del propio Vermeer; en la actualidad, y gracias a los archivos, se saben con seguridad algunas cosas más. El propietario de la colección era Jacob Dissius, un impresor de Ámsterdam. Éste se había casado años antes con la joven Magdalena, que resultó se la hija de Peter van Ruijven, un conocido coleccionista que figura como relacionado con Vermeer y su familia en algunos documentos y de quién se especula que pudo ser uno de los primeros atesoradores de la obra del de Delft. La muchacha murió en 1682, heredando su marido la imponente colección de pinturas que había reunido su suegro. Es ésta la hipótesis más probable acerca de la formación de la colección Dissius.

Es a partir del catálogo de esta venta que Thoré-Búrguer comienza a elaborar su propio catalogue raisoné, donde suma a las 21 pinturas subastadas, de las que apenas once han podido ser identificadas, considerándose el resto bien obras perdidas, bien atribuciones equivocadas, casi ochenta cuadros más en un verdadero arrebato de entusiasmo.

Vistas urbanas. Para Thoré, Vermeer no tiene igual en la pintura de vistas urbanas. A nosotros, los vermeerianos de hoy, esta afirmación nos parece cuando menos problemática, en tanto que sólo conocemos dos ejemplos de este género en la obra establecida del pintor, La vista de Delft y esa otra vista de la fachada de una casa tomada desde la calle, que se como La callecita. Solución: nuestro crítico le atribuye obras que él no ha pintado. Pone como ejemplo genial del género un cierto Cottage cuyo grabado reproduce en su artículo, la vista de una granja entre árboles, composición que chirría en el seno del plantel vermeeriano y cuyo verdadero autor fue Dirk van Laan, un pintor del siglo XVIII que, entre otras cosas, realizó algunas “versiones” de Vermeer que fueron tomadas por auténticas. Otro ejemplo de la maestría de Vermeer como pintor de calle es una supuesta Ruelle, propiedad del propio Bürger[16], cuya mera descripción la descarta como probable obra vermeeriana: a la izquierda una panadería, con pequeños panes sobre el mostrador; a la derecha, un taller de herrero; después algunas casitas, con una enseña de barbero; un cruce, tres pequeñas figuras; dos hombres y una mujer que porta un gallo; algunos pollos picotean sobre el pavimento. El cuadro es de Jacobus Vrel especializado en escenas callejeras todas muy parecidas. Se trata del clásico error burgüeriano, máxime cuando a continuación elogia La callecita, un cuadro que por su composición, austeridad, tratamiento del espacio, de las texturas, estudio de los matices de luz, juegos de perspectiva, supera en todo a las escenas costumbristas de Vrel.

Escenas de calle ha entrado Bürger como una docena, un par de ellas, (entre ellas la suya) están firmadas como Vermeer, así como L’interior de béguinage que reproduce en el frontispicio de su primer artículo y que supone otro error de atribución. Cómo llegaron esos cuadros a ostentar la firma de Vermeer es otro problema con el que nos encontramos. Nuestra opinión es que el autor verdadero de algunas estas piezas podría ser Van der Heyden o, tal vez, el propio Vrel.

Los paisajes. De la investigación de monsieur Thoré se deduce que los mercados de arte europeos rebosaban de obras que ostentaban falsamente la firma de Vermeer. El análisis de esas firmas ocupa un buen trecho de su artículo. En el caso de los paisajes tenemos varios ejemplos. Tomando la firma de La vista de Delf (hoy se sabe que es falsa) como modelo con la que comparar las firmas dudosas, señala los siguientes cuadros como auténticos. El Cottage de Dirk van Laan, Las dunas de Vermeer de Haarlem mencionadas más arriba, varios paisajes más de Ruysdael o Konink. El extraño criterio de Bürger da por auténticas y del mismo autor una cantidad de firmas que difieren enormemente entre ellas.

Thoré afirma tener la mala costumbre de juntar pasión y escepticismo; sus conclusiones muestran estar fundamentalmente motivadas por la pasión, algún tipo de pasión. Vermeer es un autor proteico, nos dice: pocos cuadros, estilos dispares, géneros, temas variados. Esta variedad es visible en los cuadros sólidamente atribuidos: La lechera, La callecita, Vista de Delft, Muchacha al virginal, La alcahueta. Aquí acierta por fin, pero su pasión desatada le empuja a tomar esta riqueza estilística como justificación para atribuir a Vermeer decenas de cuadros sin criterio suficiente para ello. El último artículo de la Gazette lo integra el catálogo “reconstruido” del de Delft, casi una centena de obras.

Últimas curiosidades. Thoré dice haber encontrado dos dibujos de Vermeer. El primero, nada más y nada menos que el que habría servido de estudio para La vista de Delft, algo que hubiese resultado verdaderamente revolucionario para conocer la técnica del pintor. El segundo, un dibujo del natural de una joven sentada. ¿Cual es el origen de estas noticias? Los catálogos de subasta, como es lógico. Los dibujos fueron vendidos en dos ventas diferentes en Ámsterdam en 1833. El primer dibujo fue puesto a la venta de nuevo en 1866 (recordamos, el año en curso de la publicación del texto de Bürger), ¿daría su opinión de experto nuestro hombre en su tasación?

También han aparecido por obra de la encuesta detectivesca de Thoré algunas piezas de la célebre cerámica azul de Delft con diseño de Vermeer. No se trata de que ningún taller ceramista haya fabricado estos azulejos a partir de imágenes suyas, sino que él mismo habría pintado de su puño y letra estas placas a partir dibujos o pinturas suyas.

Un catálogo de 1783 consigna un cuadro (del estilo de Netscher) de una tal “Catrina Vermeer”, la sorpresa de Thoré no es pequeña, teniendo en cuenta que no dispone de ningún dato sobre la familia Vermeer. Catharina Bolnes era la mujer del pintor, su madre, una mujer adinerada, poseía una notable colección de pintura (Vermeer pintó algunos de estos cuadros dentro de sus cuadros). Si duda se trata de una confusión, alguien tomó a la propietaria por la autora.




[16] No pretendemos sospechar mala fe en Thoré-Bürger, pero tampoco podemos ignorar que se ganaba la vida en parte como marchante y perito en arte, que tenía su propia colección de vermeers y que un vrel atribuido a Vermeer subía considerablemente su precio en el mercado. Trataremos este tema con más extensión una vez revisada la correspondencia del crítico francés en un artículo futuro. ¿Influyó esta circunstancia en su catalogación de la obra del de Delft?

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