miércoles, 23 de enero de 2008

El hombre de los mil nombres. La balada de los ahorcados

Hace unos años que lo conozco y es una de las personas que más admiro del mundo. No voy a hablar su actitud, libre, huraña y cambiante. Ni de su aspecto de empleado de banco en un pueblo del lejano oeste o de pianista del Saloon. Sólo quiero decir una frase a cerca de sus canciones, es uno de esos artistas que te educan el oído, te enseñan a distinguir lo bueno de lo malo, lo aunténtico del sucedáneo. Lo que se hace por derecho de lo que se hace por que sí. Ahí dejo dos canciones y la letra traducida, realmente dos versiones de la misma canción. Dos canciones sublimes que en el fondo son la misma y muchas otras a la vez. Bonnie Prince Billy gusta de reelaborar su material contínuamente lo mismo que se reinventa así mismo cada Día. Aquí está ese delicioso cajón de matices.


Bonny Prince Billy

Caballos

Querría conducir caballos si me dejaran
Dormir al raso por la noche y no tener miedo
Recorrería la estepa sin importarme nada
Desaparecería en la noche

Todos necesitamos nuestro Ángel
Pero aquí hay un demonio que me ronda
Un anillo con la cabeza de la Muerte en su dedo
Pobre chico colgando bajo las luces

Estarán pintando rayas en la Audiencia
Mientras el crepúsculo repentino lo vuelve todo negro
Y las antorchas se reflejan en ojos tristes
En el lado equivocado del camino

Querría hacer pasar a los caballos a través de aros de fuego
No cocearán ni relincharán
Dejad que el buen Dios los conduzca
Mientras el pobre chico se hunde en la corriente

Puedo oler el humo de las fogatas
Pero yo saldré a caminar solo
El mundo sigue girando día y noche
La gente asustada se esconde en sus hogares

Todos necesitamos nuestro Ángel
Pero aquí hay un demonio que me ronda
Un anillo con la cabeza de la Muerte en su dedo
Pobre chico colgando bajo las luces


jueves, 3 de enero de 2008

“Dust Bowl refugee”. La poética del polvo de Woody Guthrie

“Woody is just Woody. Thousands of people do not know he has any other name. He is just a voice and a guitar. He sings the songs of a people and I suspect that he is, in a way, that people. Harsh voiced and nasal, his guitar hanging like a tire iron on a rusty rim, there is nothing sweet about Woody, and there is nothing sweet about the songs he sings. But there is something more important for those who still listen. There is the will of a people to endure and fight against oppression. I think we call this the American spirit.”

John Steinbeck

Como si de una plaga veterotestamentaria se tratara, el Medio Oeste de los Estados Unidos se vio afectado durante los años de la Gran Depresión por una serie de calamidades que obligaron a miles de familias campesinas a abandonar sus granjas y emigrar a la entonces tierra prometida de California. Esta es la conocida historia que cuenta la célebre novela de John Steimbeck, Las uvas de la ira y que John Ford puso en imágenes de celuloide. Pero también es la historia que Woody Guthrie narró musicalmente y en primera persona en el disco Dust bowld ballads. Gutrie nació 1912 en Okemah, Oklahoma, el estado que se hizo célebre por ser el que más materia humana aportó a la marea de hambrientos que cogieron camino de California en esta peregrinación. Tal es así que a estos inmigrantes que cambiaron la “cuenca del polvo” por la “cuenca de la fruta” se les llamó para siempre okies, vinieran de donde vinieran. Woody Guthrie fue uno de ellos.

Dust Bowl

El drama humano que se esconde detrás del fenómeno dust bowl transformó esta manifestación meteorológica y su principal ingrediente, el polvo levantado por el viento, polvo que lo sepultaba todo, polvo que oscurecía el sol trayendo la noche durante días, polvo que enterraba casas, coches, animales, campos; en el símbolo de la diáspora de los okies: I’m going where’s no depression, to the lovely land that’s free from care”. El polvo de las tormentas de arena, pero también el polvo del camino del exilio y el polvo de los campos de refugiados en una tierra prometida que no pudo, o tal vez no quiso, acogerlos a todos, fue su inseparable compañero de fatigas.

En Las Uvas de la ira de Steimbeck/Ford la tormenta de arena y el polvo están presentes como una negra premonición de los malos tiempos que se avecinan para los granjeros acosados por la sequía, las malas cosechas y las deudas con los bancos; sin embargo, en las baladas de Guthrie dedicadas al Dust Bowl el polvo es un símbolo omnipresente que resume íntegramente la condición del wanderer worker; el propio Guthrie se autodefinía como “the dustiest of the dust bowlers”. Al contrario que en la Biblia, la emigración no será un camino gozoso de regreso a la tierra patria, sino un arriesgado viaje hacia una incierta tierra prometida.

Estas tres obras artísticas están enlazadas entre sí con continuas remitencias de una a otra. Guthrie escribió o cantó esas canciones a los largo de los años 30, antes durante y después de la publicación/proyección de The grapes of wrath. Steimbeck se ilustró con su figura y sus historias cantadas y después el propio Woody escribió algunas canciones inspiradas por la lectura de la novela y el visionado de la película (de la que hizo una reseña en el Daily Worker). Sirvan como ejemplo su retrato de Tom Joad en la canción del mismo nombre o la historia del martirio del predicador Casey, reconvertido en azote del explotador sin escrúpulos, en Vigilante man. La sesión de grabación de Dust Bowl Ballads se llevó a cabo en New York el 26 de abril de 1940, el disco se publicó a principios de julio. Las tres obras se difundieron prácticamente a la par.

No podemos olvidar tampoco, en este repaso del reflejo artístico de la depresión en el medio rural de los Estados Unidos, el trabajo de los fotógrafos del programa fotográfico de la Farm Security Administration. Roosevelt quiso que una parte de la partida presupuestaria destinada a paliar la miseria en el campo en el contexto del New Deal sirviera para que algunos de los mejores fotógrafos americanos de la época documentaran un modo de vida destinado a desaparecer, al mismo tiempo que se justificaba el dinero gastado en paliar la miseria campesina y la construcción de campos de acogida mínimamente decentes para los hambrientos que buscaban trabajo mediante la difusión masiva de las imágenes del desatre. El resultado fue tan interesante y válido desde el punto de vista artístico que tiene hoy lugar asegurado en cualquier Historia del Arte del Siglo XX.