miércoles, 30 de marzo de 2011

El ocaso de los señores de la imprenta


Hacia 1995 un acontecimiento marca el ocaso de una relación de dominación que había durado más de cinco siglos: el vínculo indisoluble entre publicación e impresión. La invención de la imprenta en el siglo XV transformó la producción y difusión de la palabra escrita en una industria y vio emerger la figura del editor y una nueva forma de negocio, la edición. La venta de libros no es, por supuesto, un invento de la era Gutemberg; pero sí lo es la figura del editor como decididor.

La aventura de Gutemberg fue efímera. Antes incluso de terminar de imprimir su primer libro (150 copias de la Biblia de 42 líneas) se quedó sin dinero y tuvo que pedir prestado por tercera vez a su prestamista habitual , que esta vez se negó en rotundo. Es más, el hombre decidió ejecutar los anteriores préstamos y se quedó con el taller y los libros impresos hasta ese momento. Gutemberg, que no parecía ser demasiado fino con las cuentas, se retiró, humillado. Nació así la Industria Editorial que, curiosamente, no se limitaría sólo a comerciar con las palabras, sino también al sonido, en tanto que éste puede ser representado en signos imprimibles.

Muchos temen la muerte del libro, que tiene 3000 años, pero se habla mucho menos de algo que se ha producido ya, de manera irremisible. El nacimiento de internet ha supuesto la muerte de la imprenta y con ella del poder editorial. Paradójicamente, el libro ha sobrevivido y parece que, independientemente de su forma, sobrevivirá. De hecho, el libro tenía 2500 años cuando nació la imprenta,  y en forma rollo de papiro, pergamino, manuscrito iluminado, volumen impreso, archivo PDF o cualquier otro formato electrónico, permanecerá a la vista. Había una vasta literatura antes de la imprenta y la hay y la habrá después. La imprenta no ha aportado nada a la literatura como creación: la Odisea, El Banquete o Las Aves nunca la necesitaron. Su aportación específica fue la disciplina, el gobierno de la República de las Letras. Porque la imprenta, como el apólogo sobre el infortunio de su inventor enseña, fue la condición de posibilidad del poder editorial. En el fondo, lo que se oye tras los debates sobre la piratería electrónica no es más que el llanto de los que han perdido ese poder. Pero queramos o no, la literatura rentista es un invento reciente y mi sospecha es que está indisolublemente ligada, no a la palabra publicada, sino a la palabra impresa. A pesar de que la existencia de tantos autores millonarios pueda desviar nuestra atención, el escritor siempre tuvo un oficio honrado. 

El colapso del poder editorial es contundente, y se deriva de un hecho cabal: ya no controla el acceso a la publicación porque ésta se ha disociado completamente de la industria impreso-editorial. El ejemplo más contundente  de lo que venimos hablando lo tenemos en los periódicos.

El mundo de la publicación se ha deslizado hacia un plano de libertad total de la que gozan y son dueños tanto productores como receptores. Ningún magnate editorial decide quién, cúanto, cómo, dónde y cuándo se escribe; ningún director de periódico decide quién, cuánto, cómo, dónde,y cuándo se informa. Hechos muy recientes lo han puesto de manifiesto, por si quedara algún resquicio para la duda. Hoy, sólo los que crean y los que leen deciden. Es más, periódicos y editores van a remolque de éstos llegándose a dar el extraño fenómeno de que los tradicionales medios impresos y de comunicacion a distancia (TV y radio) imitan a los medios electrónicos. Imitación, por otra parte, completamente fastasmagórica, banal y ridícula.

Todo esto ha sido posible gracias al algoritmo de google. Sólo el mejor texto queda arriba y eso lo deciden los que usan el texto. No lo decide el crítico del diario de turno pagado por la editorial que publica el texto. Cómo opera el algoritmo?, en qué consiste ese concepto de "el mejor"? En algo muy sencillo: el que más derivados genera, ése es el mejor. El más usado. Esto no es nuevo. En el mundo clásico eso era precisamente lo que decidía qué textos iban a permanecer vivos en el tiempo: cuanto más citado sea un texto más larga vida tendrá.

Los efectos en el medio universitario no son menos dramáticos. Hoy día se sabe que un texto impreso tiene menos lectores potenciales que un texto publicado electrónicamente, en una proporción probablemente de 1/100.

Digamos que ésta es la realidad del libro hoy. Cómo van a rentabilizar las empresas editoriales la nueva encarnación del libro? Ni lo sé ni me interesa. En todo caso pienso que lo tienen crudo. Tal vez sea hora de que el escritor vuelva a tener un oficio honrado.

5 comentarios:

Calvanki dijo...

Y que se jodan!!!

Precesión del perihelio dijo...

Es una reflexión interesante, el ocaso de la industria editorial. Sin embargo, no veo tan claras las bondades de esa especie de darwinismo cultural según el valor funcional de una obra, según la fuerza del interés público que suscita, según la popularidad vaya. Lo digo por todo eso de la metrización del valor de un texto según el número de citas o de referencias. No creo en la espontaneidad de las tendencias mayoritarias. Por ejemplo, gran parte de las tendencias de consumo de informaciones están dirigidas por el set de actualidad que determinan ciertas agencias de noticias, revistas de opinión &c. -el cuarto poder- Es más, creo que "el mejor" en este escenario que planteas sería aquel texto con el mayor índice de espectacularidad dentro del imaginario social dominante.

Mariano Cruz dijo...

Cuando me refiero al algoritmo hablo de "una forma" que en su esencia no tiene que ver absolutamente nada que ver con la popularidad de la que tu hablas. Puedes probar a hacer una búsqueda sobre un tema absolutamente impopular o "marginal". Mi inspiración, como explico en el texto, lejos de ser el marketing, son las letras grecolatinas. Como decía ahí, podemos leer El Banquete porque muchos escribieron en él y sobre él, pero lo que importa no es lo mucho o los muchos que lo hicieron, sino que se trataba precisamente de El Banquete. No quiere decir que los textos que nunca leeremos no pudieran tener su interés. Tenemos que entender "cita" en sentido amplio: El Quijote es una cita de Amadís de Gaula.
El darwinismo bien entendido es el de Nietzsche y el de Primo Lévi: sobreviven los peores.

Por otro lado, el concepto de imaginario dejé de trabajarlo hace unos años.

Precesión del perihelio dijo...

Estimado Mariano.

A modo de ejemplo te explico una experiencia propia de hoy mismo acerca de la búsqueda de un tema "marginal" (que no lo es). Buscaba alegremente traducciones de textos de Oskar Loerke cuando me encuentro con un montón de enlaces repitiendo la misma información: la breve referencia que se hace de él como crítico literario en un artículo, me parece que publicado en El País, citado/copiado/replicado hasta la saciedad sobre Walser (que además no aporta nada interesante) y cuatro irrelevancias más (salvo la anécdota del epistolario de Hesse)... absurdas reseñas y así.

Por lo visto suele pasar que las "citas" (especialmente las reseñas) son proclives a la redundancia, a sepultar el asunto original bajo un montón de anécdotas o a desintegrarlo en un exceso de reflejos atenuados. Lo cual no despierta ningún interés en mí, aunque tal vez en ese sentido tan amplio que se me escapa (como el darwinismo "bien" entendido) sea todo muy diferente. ¿Será una cuestión de apariencia y verdad?

Saludos!

Mariano Cruz dijo...

Querido amigo: no te niego ninguna razón, máxime cuando no es mi intención erigirme en abogado defensor del algoritmo, tampoco pretendía describir una tendencia sociológica (aborrezco la sociología). Tan sólo siento no tener más tiempo para leer tus cuestiones ontológicas que me interesan bastante. Aunque hay un problema añadido: que leer blanco sobre negro me produce dolor de cabeza.

Un abrazo