Hay en la cultura japonesa cuatro rasgós básicos que son muy importantes para entender su estética: el sincretismo; la tradición y la importancia de la relación maestro-discípulo; "la relevancia de la integración del hombre en los procesos naturales, con una marcada preferencia porque la acción humana surja como si fuera resultado del crecimiento espontáneo de un organismo, sin finalidad aparente". Se asimila así el tiempo humano al tiempo de la naturaleza (el tiempo de las estaciones), que es también el tiempo del arte. El cuarto rasgo está en la valoración de la práctica ceremonial y del ritual, sin la que no puede entenderse gran parte del arte japonés clásico. En Tsurezuregusa, Yoshida Kenko sintetiza esa sensibilidad característica del modo japonés de captar el mundo: 1. Lo bello es lo fugaz: "Si nunca desaparecieran las gotas de rocío de Adashino, se mantuviera siempre inmóvil el humo de la colina de Toribe y viviésemos eternamente, sin cambiar, ¿nos podría conmover el encanto frágil de las cosas? Las cosas son bellas precisamente porque on frágiles e inconsistentes". 2. No hay nada más fugaz que la naturaleza. Al contemplar cómo se muda un paisaje en el decurso de las estaciones, se comprueba que a la naturaleza pertenece el cambiar. El tiempo de la naturaleza es el tiempo del arte: "¿Habrá algo que estando en su debido tiempo y lugar no nos conmueva? No sólo la luna y las flores, sino que también el viento puede hacer vibrar nuesro corazón. El agua limpia que se desliza, choca contra una piedra y se desace en gotas es causa, según sean las circunstancias, de sentimientos distintos". Hay un cierto romanticismo del paisaje. El paso de las estaciones resume esta actitud ante el arte: "El cambio de las estaciones es impresionante y bello". 3. la tendencia a lo irregular, a lo inacabado que deja paso a que el receptor complete la obra con su contemplación: "En todas las cosas la uniformidad es un defecto. Es interesante dejar algo incompletoy por terminar; así se tendrá la sensación de que mediante esa imperfección se prolonga la vida de los seres". 4. Una cosa es bella en la presencia y el lamemoria; en su esplendor y en su decadencia: "¿Sólo se deben contemplar las flores de las cerezas cuando están en su mayor esplendor, y la luna cuando no la cubre ninguna nube? Añorar la luna que está al otro lado de la lluvia, retirarse a un cubículo, bajar las persianas y permanecer sin ser consciente del peso de la primavera, es mucho más conmovedor. una rama que está a punto de estallar y florecer, un jardín cubierto de pétalos, son de mucho más interés para nuestros ojos. En todas las cosas lo más admirable son su comienzo y su fin. ¿Pero sólo debemos contemplar la luna y las flores con nuestros ojos de carne? ¡qié hermoso y qué sublime es avocar la primavera sin salir de la propia casa y soñar con la luna permaneciendo en un rincón de nuestro aposento!".
2 comentarios:
La fuente de este post y del anterior: Zeami, "Fushikaden. Tratado sobre la práctica del teatro Noo y cuatro dramas Noo". Trotta, 1999
Un saludo, Mariano. Gracias por tu visita. Seguiré leyendo.
Publicar un comentario