“No
escribimos con los recuerdos propios, salvo que pretendamos
convertirlos en el origen o el destino colectivos de un pueblo
venidero todavía sepultado bajo sus traiciones y renuncias.” (Deleuze). En 1940 se publicó póstumamente la novela de Thomas Wolfe You
can't go home again. En ella, un joven autor
escribe una novela y traza un retrato nada hermoso de su ciudad natal y de sus paisanos. Estos se enfadan, se
sienten traicionados y envían amenazas de muerte al joven novelista.
Tras esto queda claro el porqué un escritor jamás podrá volver a
casa. Ese pueblo que falta fabulado por la escritura tiene por fuerza
que entrar en conflicto con el pueblo de la infancia, con la vida
personal, con el espacio físico donde uno ha crecido, con los
individuos que han vampirizado sus energías. Se trata de una guerra
en toda regla, una guerra fratricida, civil e insoslayable; el
escritor no debe hacerse ilusiones, no tiene alternativa. En las
palabras finales de la novela, Wolf resume este resultado de manera
magistral: "You
can't go back home to your family, back home to your childhood ...
back home to a young man's dreams of glory and of fame ... back home
to places in the country, back home to the old forms and systems of
things which once seemed everlasting but which are changing all the
time – back home to the escapes of Time and Memory." Uno no ha
de volver al consuelo del Tiempo y la Memoria.
De acuerdo, pues. La enfermedad del pueblo opresor, dominante, que
enreda la vida y la aprisiona estrechando cada vez más las
posibilidades de vida y pensamiento, a esa enfermedad se opone la
salud de la escritura, para crear un pueblo antagonista, que se
sacude y enfrenta cada método opresor. El escritor tiene que
escribir “por” o “en lugar de”, ese pueblo que falta. Sólo
así llegará a ser real.
Este mismo motivo que aquí comentamos se convirtió en el tema cinematográfico de Nicholas Ray,
realizado magistralmente en The lusty men, primero y luego
objeto una de magna exploración experimental en We can't go home
again. Cfr. el último especial de la revista Shangrila. Textos a parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario