lunes, 19 de noviembre de 2012

"Where the f*** is Blind Willie McTell?”



Mucha gente, periodistas y amigos, que habían asistido a las sesiones de Infidels en 1984, quedó en estado de shock al saber que la considerada como mejor canción de todas las grabadas había quedado fuera de la selección final. A pesar de que lo que habían escuchado no era más que una demo de trabajo, estaba destinada a ser sin duda la obra maestra del álbum. Por alguna razón, en algún momento del proceso de grabación, Dylan había decidido no seguir adelante con aquella canción (finalmente se publicaría en tal estado en la primera entrega de las Bootleg series en 1991, ocho años después). ¿Qué pasó? Tal vez Dylan se dio cuenta de que esas cintas magnetofónicas habían captado algo que no quería que la producción ulterior destruyera. A favor de esta hipótesis habla su propia actitud al grabar los dos discos de blues desnudo de 1992 y 1993, máxime cuando Blind Willie Mc Tell es todo un manifiesto acerca de ese espíritu, de esa jondura. No es sorprendente que la canción se publicara como impensado preludio de esos dos álbumes. La respuesta de Dylan a la pregunta del periodista que da título a este post, revela más diplomacia acerca del papel de productor de lo que a primera vista denota: “Aw, Ratso, don’t get so excited, he said, it’s just an album. I’ve made thirty of them”.

Fue el momento en el que Dylan supo que no se trataba de llenar un estudio con musgo y caimanes y otros animales disecados para invocar un rapto de lo auténtico; era algo tan sencillo como: un hombre, una guitarra de palo y un garaje. Los reproches a sus productores durante los 80 y principios de los 90 van en una línea parecida, los ve incapaces de “gut level arrangements that come out of the world of simplicity”. A partir de 1992 se pone a grabar viejos blues jondos (“old songs”, “archaic music”): “Those old songs are my lexicon and my prayer book. You can find all my philosophy in those old songs …”


viernes, 16 de noviembre de 2012

A contra tiempo

Sirva como humilde homenaje y recuerdo de ellos dos. Con la muerte de Chicho Sánchez Ferlosio hace unos años y la más reciente de Agustín García Calvo, desaparecen, esperamos que no para siempre, esperamos a los que recojan su testigo, si es que eso es posible. Desaparecen digo, los dos últimos intelectuales de un cuño muy especial. Dos intelectuales y artistas que, por un lado, poseían una vasta y durísima formación clásica (la prosa de Agustín mezcla de coloquialismo extremo, latín clásico y castellano del Canciller Ayala, es agradable pero no cómoda de leer); y por otro, un compromiso explícito con la poesía, pero sobre todo con las formas vivas de la poesía: la canción, la recitación, la declamación, la oratoria. Ningún artista como ellos ha usado como materia prima las formas clásicas en la canción popular comprometida. Hay muchos que han "musicado" poetas y formas poéticas clásicas o populares, pero ninguno como ellos ha creado material nuevo a partir de las formas y el magma clásicos. Chicho Sanchéz Ferlosio supo, con sus adaptaciones e interpretaciones, dar aliento, carne y vida a las estrofas de Agustín, haciendo que su fuerza poética aumentara exponencialmente en su voz y en las cuerdas de su guitarra. Uno de los ejemplos más bellos y geniales de lo que estoy hablando es, para mí, su canción A contra tiempo, sobre unos versos de Agustín. Un canto al regreso de las Carabelas de Colón antes de que se haya irreversiblemente consumado el advenimiento de un Mundo Nuevo. Un mundo nuevo pintado a la vez como esos mundos primigenios de Empédocles, herpes que vomitan fuego y fumarolas. Un mundo que es el mundo de los logógrafos y de los primeros exploradores griegos del Asia y del Norte. Un mundo que es el de las maravillas y rarezas expuestas en las relaciones y crónicas de conquistadores y clérigos en América. Y mundo en definitiva que es el mundo del futuro, el mundo que haremos. El día de hoy. "Atrás, a contra tiempo".